noviembre 19, 2009

Hacia Rutas Salvajes


¿Quién no ha sentido alguna vez el impulso de cortar por lo sano con todo y desaparecer?

Recién terminados sus estudios, y asqueado por la sociedad y la institución familiar, el joven Christopher McCandless abandonó todo lo que era su vida hasta entonces, emprendiendo un solitario viaje de dos años a lo largo y ancho de los Estados Unidos. McCandless no fue un simple viajero, ni una víctima de circunstancias azarosas: las raíces de su espíritu intrépido se hunden en esa mezcla de profundo desencanto e idealismo a prueba de bombas que sólo un joven que ha leído demasiado es capaz de cultivar.

Rata de biblioteca con ansias aventureras, McCandless se embarca en una revolución espiritual que consiste en mandar a la sociedad a freír espárragos y tratar de restablecer el vínculo íntimo entre hombre y naturaleza. Las peripecias de McCandless seguirán, no por casualidad, la línea de ciertos pasajes de la vida y la obra de Jack London: éste será uno de sus principales referentes junto a Tolstói y Henry Thoreau, pionero en la práctica de la desobediencia civil. Quizá sea esta la mejor palabra para definir a Christopher McCandless: desobediente.

"El peso de la película recae en la interpretación del joven Emile Hirsch, que encarna con extraordinaria convicción al soñador McCandless. No hace falta insistir en las bondades de su trabajo, pues la calidad del mismo es tan evidente como encomiable"

No es de extrañar, pues, que haya sido otro gran desobediente el que llevase a cabo la adaptación de su periplo. Sean Penn es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más contestatarios, controvertidos y comprometidos consigo mismos que se hayan visto en el mundo del cine. .

El peso de la película recae en la interpretación del joven Emile Hirsch, que encarna con extraordinaria convicción al soñador McCandless. No hace falta insistir en las bondades de su trabajo, pues la calidad del mismo es tan evidente como encomiable. Lo mismo se puede decir de los secundarios, sin excepción. Todos están brillantes.

Para mayor alegría del espectador, y al contrario de lo que se suele atribuir a las películas dirigidas por actores (casi siempre con razón), los intérpretes de Hacia rutas salvajes no son lo único que merece la pena de la película. Aprovechando que la película fue rodada en su práctica totalidad en exteriores naturales, el director de fotografía Eric Gautier le saca todo el partido posible a la enorme riqueza paisajística de Norteamérica, mientras que las canciones de Eddie Vedder realzan el esencial componente introspectivo de la odisea de McCandless mientras éste cruza la frontera en canoa, se cobija entre vagabundos en los arrabales y malvive en un autobús abandonado en Alaska.

Hacia rutas salvajes es, en definitiva, una película cautivadora. Y sus irregularidades, que las tiene, acentúan todavía más la humanidad de su planteamiento y le otorgan a la película gran parte de su valor. Si la ficción es capaz de demostrar que la realidad es maravillosa a pesar de (o gracias a) los errores y defectos, el viaje de McCandless habrá merecido la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas + Populares